Nunca me había planteado lo que realmente significa para una pareja, en especial para una mamá, enfrentar la muerte gestacional (muerte de un bebé antes o durante el parto), hasta que le pasó a mi amiga Alex. Recuerdo mucho el día en el que le escribí para saber cómo estaba y cómo iba todo y me dio la noticia de que había perdido al bebé unos días antes. Me senté a llorar porque pude sentir su dolor a pesar de estar tan lejos (yo en Buenos Aires y ella en Quito) y pude sentir, claro, la frustración de no poder acompañar y abrazar en un momento tan necesario.
Los siguientes días no supe qué hacer. No sabía si llamar, si hablar, si preguntar, si callar. Los seres humanos tendemos mucho a pensar qué quisiéramos nosotros que haga la otra persona si estuviéramos en esas circunstancias y, guiada por eso, yo sentía que lo mejor era callar. Intentaba ponerme en su lugar (lo que francamente me resultaba imposible porque nunca he estado embarazada y nunca he tenido el deseo de ser madre – excepto cuándo no me lo preguntaba, en la niñez o adolescencia, quizá -) y me imaginaba que seguramente mi amiga no querría ver ni hablar con nadie. Pero esa era mi sensación, no la suya. ¿Y si ella me necesitaba? ¿Y si había algo que yo podría hacer y no lo sabía? Me daba contra las paredes sin saber qué era lo que una amiga debe hacer en un momento así, hasta que decidí dejar de imaginar y opté por preguntar, venciendo el pudor y la vergüenza. “No sé qué hacer, no sé qué decir, no sé si te escribo o no, si te llamo o no, si espero que tú me escribas, si quieres un tiempo, si quieres hablar, si te pregunto o no, no sé. Quiero que me digas qué quieres que haga porque aquí estoy para ti”. Y su respuesta fue: “Sí, amiga, escríbeme, está bien”. Y así lo hice, así traté de hacerlo, combinando mi sensación de no molestar con su claro pedido de contacto.
Ese camino de hablar, nos llevó a algunas conversaciones hasta que varias semanas después hablamos del día de la pérdida. De lo que había pasado, de cómo había sido, de lo que había enfrentado en esos instantes. Ahí recién pude dimensionar lo que estaba viviendo, lo que me estaba diciendo, lo que significaba para su corazón y para su familia la partida de Martín Ignacio a las 15 semanas de gestación.
Mi corazón se estrujó al darse cuenta de todo eso. Cerré mis ojos y vinieron a mi mente todas las amigas que conozco que pasaron por esto (son más de lo que quisiera admitir), todas las que sufrieron en silencio la pérdida de sus bebés y con quienes poco o nada hablé del tema. Quizá no necesitaban nada, quizá sí necesitaban mi silencio (como lo hubiera pedido yo, por ejemplo), pero quizá también necesitaban hablar. Expresar eso que les pasaba adentro. Reconocer esa vivencia. Y quizá, también, recordar a ese bebé como parte de la familia.
Posiblemente eso que me pasó a mí, le pasa a muchas personas: por miedo a no invadir un espacio, con la intención de respetar y de no ahondar en el dolor que están viviendo estas mamás, no nos atrevemos a preguntar qué podemos hacer, cómo podemos apoyar, qué necesitan de nosotros.
Este episodio me ha dejado varias lecciones, una de ellas: hablar. No invadir, no revictimizar, pero sí preguntar, sin miedo, qué podemos hacer. Estar o no estar, llamar o callar… pero en cualquiera de los casos: PREGUNTAR. Otro aprendizaje tan grande que tuve fue relacionado, obviamente, al amor, al tiempo, a la relatividad. A veces pecamos de tanta soberbia al creer que tenemos todo tan claro, que sabemos cuándo se puede amar o nos atrevemos a decir que “no es para tanto, que ni lo vio, que menos mal fue a tiempo, que ya vendrá otro”. ¿No es para tanto? ¿Cuánto es tanto? ¿Cuánto tiempo se necesita para empezar a amar? ¿A tiempo? ¿Hay, en verdad, un tiempo correcto para esto?
Hoy quiero abrazar mucho a todas las mujeres que, con el deseo grande de ser madres, se han enfrentado a una pérdida gestacional. Hoy entiendo, por primera vez, lo que eso significa. Hoy intento ver, incluso a la empatía, desde otro lugar. Hoy comprendo, más que nunca, la importancia de conocer las historias de los otros porque solamente entendiendo esa vivencia desde el corazón, podemos ser, también, más humanos y menos jueces.
Que este episodio les deje un mensaje de amor y les ayude a crecer, tanto como me ayudó a mi.
Hasta la próxima semana,
nicole
¡Conoce más de todo lo que hablamos en el episodio!
- Alex tiene 36 años, estudió comunicación y marketing y vive en Quito, Ecuador.
- Su instagram personal en @amor.esencial, en donde además promociona los aceites esenciales que le ayudaron mucho en momentos de ansiedad luego de la pérdida de su bebé.
- Según su experiencia y su camino, recomienda las siguientes cuentas y páginas para saber más sobre la muerte y duelo gestacional:
- Cor_a_cor_noeliasanchez (Sesiones terapéuticas y Atención Integral del Duelo Gestacional/Neonatal y del Nuevo Embarazo. (presencial y online)
- Somos la tribu invisible (Comunidad de madres, apoyo)
- Maternes_psicologia (Acompañamiento / duelos de la maternidad)
- Elisabet_psicologa (Psicóloga perinatal)
- Calma – Centro de Psicología y especialistas en maternidad
- Atención integral del duelo gestacional y neonatal (aquí podrás encontrar documentos, libros, fotografía y más información.
NOTA IMPORTANTE: Si has tenido una pérdida como esta y se ha convertido en una carga muy pesada de llevar; si sientes que la tristeza es muy profunda y tienes mucho desánimo, lo mejor es que contactes a un profesional que te oriente en este momento difícil.